domingo, 27 de septiembre de 2015

La historia de los anfibios (Crítica)

En la sala A2, del Centro Gabriela Mistral, la compañía Teatro La mala clase presentó La historia de los anfibios, bajo la dirección de Aliocha de la Sotta.
La historia comienza en medio de la histeria y confusión de un grupo de apoderados citados, urgentemente, a una reunión para informar acerca de la muerte de uno de los compañeros de curso de sus hijos.
Los actores nos debaten uno de los temas más controversiales de nuestro país: la educación, desde un punto de vista estructural en el que se cuestiona a la institución educativa como (des)formador de los alumnos, quienes ya tienen, en opinión de los apoderados, un futuro predeterminado.
La fuerza contraria de la obra, en este caso el personaje de la directora del establecimiento, propone una visión positiva, a través de lentos procesos inspirados en el modelo finlandés, del sistema educativo tales como la libertad de expresión, la instalación de espacios sin supervisión y clases centradas en la reflexión de la vida. La opinión a su vez es constantemente oprimida ya que se cree que el modelo educacional, ligado a los diferentes intereses económicos y políticos, puede arrasar en el futuro con cualquier potencial de cambio.
La increíble fuerza de esta obra se sostiene en los diálogos y puntos de vista de cada personaje. La atención de la audiencia fue total ya que la temática, y la manera de expresarla, fueron muy interesantes e innovadoras. A pesar de tener un final resolutivo, no se entrega realmente como una solución del conflicto ya que hasta el día de hoy es desconocida, por lo tanto, pone el tema sobre la mesa incitando a cada espectador a reflexionar y a cuestionar el control que ejerce el poder ante una variación educacional, el determinismo del sujeto frente al futuro incierto en el cual se le está adiestrando para ser explotador o explotado y si efectivamente se puede, a través de la inquietud, proporcionar alguna alternativa.
Una obra que mezcla la problemática estudiantil y el horror del fallecimiento de un alumno. Los complicados debates llevados al arte de la representación y la compleja postura deshumanizada ante la muerte principal, hacen de esta puesta una pieza interesantísima que invita a cuestionar las diferentes estructuras pedagógicas en las que ya no importa la utilidad, o no, de ésta pues fuera de las instituciones educativas, la realidad es muy distinta.

Una gran puesta en escena que genera miles de interpretaciones e inquietudes frente a un tema tan polémico logrando encantar al público despidiéndose con un efusivo aplauso.