miércoles, 14 de diciembre de 2016

Quizá sea esta la última vez que tenga que decirte algo

En la sala 2 del Teatro Sidarte, fue presentada la obra Quizá sea esta la última vez que tenga que decirte algo dirigida e interpretada por Jessica Huerta y Michael Silva.
Una tenue luz nos adentra a la sala. La escenografía tiene un aspecto minimalista: consta de una silla enorme ubicada en el centro facilitando la movilidad de los actores, mientras que la luz ilumina la mitad del escenario. La obra comienza con los lamentos de una agobiada mujer que se presenta con el nombre de Dina, pronta a contarnos su desdicha. El monólogo nos relata sus difíciles comienzos en una familia de escasos recursos, en el cual la violencia física y psicológica de su padre, era parte de su cotidianidad. Hechos que la llevan a huir del hogar y experimentar  una gran precariedad, junto a un rechazo constante. Situaciones que se entienden en un contexto mayor como el machismo como práctica social. Posteriormente, el personaje nos afirma su entrega máxima a la religión como único refugio de tanto tormento; aspecto que representa el fuerte catolicismo de los sectores populares y la entrega espiritual a un ser metafísico para amortiguar las injusticias diarias.
Después de su confesión, perdemos de vista a la actriz y prontamente hace entrada otro personaje, se presenta como Yegua, un travesti de alrededor de unos 30 años con aspecto entristecido. El monólogo es distinto, no es dirigido al público, más bien a un ser que desconocemos ubicado detrás de la puerta. El tema a tratar es el virus del VIH y todo lo que conlleva: la inestabilidad emocional, el deterioro físico y el constante maltrato y rechazo de su círculo familiar, y de la sociedad en general.
La propuesta de la obra principalmente es la interrogante de hasta qué punto uno tiene que aguantar y pedir ayuda sin recibir respuesta para tomar la justicia por sus propias manos. Hasta qué punto se puede establecer lo bueno y lo malo sin conocer el contexto previo. Los personajes serían un ejemplo de dar respuesta a estas inquietudes, cuando ambos están insertos en un contexto de violencia extrema y cómo deben responder a tal violencia. El tema de lo femenino también es trabajado,  la violencia de género se evidencia en los recurrentes abusos por parte de una masculinidad dominante, que ubica a los protagonistas, en el lugar de la fraternidad y la debilidad. Por otro lado, la situación económica es completamente determinante en la calidad de vida, la posición social y el trato diario.
La calidad actoral fuerte, decisiva y apelante de Jessica nos ayuda a comprender cada acto cometido por su personaje. La rabia, los deseos de justicia y la demanda en la actuación Michael impresionan y facilita el entendimiento de su personaje y su acción final. El lenguaje directo y explícito de ambos, provocó la atención máxima en la historia y un ambiente empático respecto de la audiencia a lo que les estaba ocurriendo.

Es una obra innovadora, ya que rescata a los personajes íconos de la marginalidad y representa a los seres excluidos por el muro de bloques morales de la sociedad contemporánea. Un trabajo que invita a reflexionar respecto a las personas ubicadas fuera de cualquier marco, con destinos predeterminados y juzgados por una humanidad tan fría, que no los escucha. 

martes, 2 de febrero de 2016

La hija del sistema (Crítica)

En distintos formatos de ficción, por ejemplo, las teleseries en la televisión chilena, podemos ver en diversas ocasiones, temáticas como la desigualdad económica y social del país (Pituca sin lucas, Pobre rico e Intervalo, por ejemplo).
La obra de teatro La hija de mi papá, escrita y dirigida por Nicolás Mena, y que se está presentando en el Festival Santiago a mil 2016, también trata este tema.
Los acontecimientos se nos presentan con la entrada de Trinidad y Daniela, dos hermanas jóvenes, hijas del mismo padre y distinta madre. La primera es hija de la esposa. La segunda es hija de la amante. El escenario simula ser un departamento pequeño, desgastado y con pocos muebles, en el que vive Daniela, la mayor, vestida con el uniforme de cajera de un supermercado, mientras que Trinidad, un año menor, utiliza ropa más sofisticada. La construcción de la ficción sugiere que ambas muchachas pertenecen a clases sociales distintas.
Trinidad, en su condición de hija legítima, busca a Daniela con el objetivo de investigar la constancia de la presencia del padre en la vida de su hermana. Durante el encuentro, se provoca una fuerte discusión en la que la hermana menor no reconoce a la mayor como familia debido a que no tienen la misma sangre en totalidad. La hija legítima es quien ha obtenido todos los beneficios económicos de parte del padre, mientras que la otra apenas sobrevive con el sueldo mínimo. A esta última, se le caracteriza como una persona amable, orgullosa de su trabajo y servicial, aspectos que la obra se preocupa de enfatizar constantemente. Esto se ve, por ejemplo, en que en una de las primeras escenas, Daniela le seca los pies, se asegura de que todo esté limpio en la mesa y obedece a cada orden de su visita.
Es curioso que este montaje se concentre en la imagen del pobre extremadamente feliz, sin demostrar ninguna queja por su situación, alejando cualquier indicio de enojo ante el sistema tan hostil al que se enfrentan. Además, el tener estas cualidades solo provoca que la acción se vuelva predecible, tras evidenciar los roles del bueno y el malo.
Con lo anterior, La hija de mi papá propone mostrar una supuesta unión comunitaria (en el sentido de grupos que entienden su situación debido a una fuerza antagónica) de los miembros de los sectores populares en Chile en la conformación de su identidad de clase, unidad que si existiese no se manifiesta de manera fraterna. Con esto, la obra, contribuiría erróneamente a fortalecer la idea de que se despliega una confianza en la comunidad, como consecuencia del orgullo que manifiesta Daniela hacia su trabajo aunque éste sea precario. Así, la obra no estaría proponiendo ideas en función de solucionar el problema ni provocar un potencial cambio ante la precariedad laboral. Como prueba de esto, Daniela se presenta satisfecha de su posición en la estructura social.
La obra se esfuerza en distinguir las formas de pensamiento de Daniela y Trinidad en relación con la clase social a la que pertenecen. La primera se presenta como un personaje noble y la segunda, como alguien egoísta. Esta diferenciación de clases no existiría en Chile, ya que las diferentes características mencionadas pueden encontrarse en personas de ambos grupos sociales. El problema de la representación que realiza La hija de mi papá se grafica en que, en la realidad, la clase media chilena presenta como tendencia rasgos conservadores contribuyendo a mantener el sistema de clases funcionando.
El montaje La hija de mi papá da a entender que cada uno de los personajes, representa simbólicamente a la totalidad de la clase social a la que pertenecen, incluyendo su conciencia social y su identidad de clase, asunto cuestionable por la polarización de sus ideas. De esta forma, la obra no propone una gran innovación respecto al tema. Sin embargo, invita al debate sobre éste.

domingo, 10 de enero de 2016

¿Somos todos personitas?

La obra argentina Personitas fue presentada en la sala Antonio Varas los días 7, 8 y 9 de enero en el contexto del Festival internacional Santiago a mil.

Personitas es una obra difícil de reseñar con exactitud dada a sus múltiples interpretaciones, transformándola en una obra interesante y algo experimental en sus diálogos, ya que estos variaban entre lo coherente e incoherente. El guión en general trataba de contar, en una historia específica, el caos de una sociedad entera y sus problemáticas ante la deriva de un Dios que no siente. Rozaban el estilo del teatro del absurdo, no totalmente, debido a que la trama sí tenía significado y secuencia dramática. Si nos centramos en la escenografía, se puede describir como avejentada y bastante bella, quizás algo estática para la duración de la obra, centrando el soporte en los diálogos, los cuales eran bastante graciosos en casi todos los momentos, pero habiendo instancias en donde los cambios bruscos en el tema provocaron pequeñas caídas en la tensión de la audiencia pero que rápidamente la retomaban; esta sensación de tira y afloja, difícil de lograr y algo arriesgado, logró evitar espacios muertos, imposibilitando el poder retirar la mirada del escenario a la espera perpleja ante los nuevos acontecimientos. Acompañado del carisma de los personajes y el gran trabajo en la calidad actoral, la presentación estuvo llena de energía; realmente detallada, en un sube y baja de tensiones; la puesta en escena terminó con éxito ante el público de más de cien personas.